El duro golpe que la pandemia del coronavirus ha causado alrededor del mundo es de dimensiones todavía incalculables. Pérdidas humanas y desplomes bursátiles desde ya permiten vislumbrar las nefastas consecuencias que a causa del virus tendrá que sufrir la humanidad.

En el sector empresarial las cifras no son muy alentadoras, desde pequeñas, hasta grandes empresas y corporaciones están viendo seriamente afectadas sus finanzas, lo que obligará a muchas de ellas a desaparecer y a otras tantas a entrar en una recesión con la que por mucho tiempo tendrán que luchar para por lo menos lograr mantenerse en operaciones.

Esta situación no ha sido ajena a Softbank, las arriesgadas apuestas del pasado con WeWork y Uber le están pasando factura y ahora el gigante tecnológico japonés se encuentra acorralado y al límite por la crisis económica mundial. ¿Y cual es la razón de esto? Los más de 120.000 millones de euros de deuda entre la compañía y sus filiales, una exorbitante cifra que está haciendo que los inversores exijan medidas.

Toda esta situación ha obligado a la compañía a tomar algunas decisiones, desde el mes de marzo abandonó parte de las inversiones que tenía comprometidas con startups a través de su megafondo Vision Fund (de 100.000 millones). Además de esto también retiró la oferta  de 3.000 millones de dólares de recompra de títulos a accionistas de WeWork, y ha dejado caer a la compañía de satélites OneWeb de la que es su máximo accionista y en la que invirtió casi 2.000 millones de euros.

Con la crisis que se está viviendo y los estragos que se avecinan, ahora la compañía plantea un plan de recompra de acciones y de pago de la deuda con la venta de 40.000 millones en activos, después de descartar sacar de la bolsa al conglomerado ante el duro castigo de las últimas semanas.

Y es que lo que está ocurriendo hoy se ha venido cocinando desde tiempo atrás. La compañía ha construido durante las últimas dos décadas su imperio en base a una gigantesca montaña de deuda, con grandes adquisiciones como la operadora estadounidense de telecos Sprint (20.000 millones y el fabricante de chips ARM (32.000 millones).

Todo esto sin contar con los 100.000 millones de dólares de inversiones en startups tecnológicas de su megafondo Vision Fund. Un vehículo en el que ha invertido en compañías como Uber o WeWork y que se ha visto golpeado por la caída de ambas.

Este fondo ha sido aportado por varios inversores saudíes y gigantes de Silicon Valley como Apple o Qualcomm, además del propio Softbank. Pero algo menos de la mitad ha sido comprometido por los accionistas con títulos preferentes que reciben un cupón anual del 7%, que debe ser abonado antes incluso de pagar a sus propios accionistas. A esto hay que sumar otros 3.800 millones de euros que pidió prestados, con la garantía de algunas de sus inversiones, en parte para pagar esos cupones. Es decir, más dependencia hacia la valoración de su cartera de startups.

Sumada a las devastadoras caídas con Uber y WeWork llegó la expansión de la pandemia del COVID-19, la cual afecta al gigante japonés no sólo por la sacudida en los mercados financieros, sino por el frenazo que supone en la actividad para muchas de sus filiales e invertidas. El valor de sus activos son básicamente el sostén para mantener en pie el conglomerado y toda su deuda. Sin embargo, en su cartera hay decenas de miles de millones de euros invertidos en compañías del transporte o los viajes, especialmente señalados como las potenciales víctimas más afectadas con esta crisis.

Según Reuters, durante los próximos tres años la compañía tiene que devolver más de 14.000 millones de dólares. Un panorama no muy alentador para un gigante que a grandes rasgos parecía sostener unas finanzas robustas y saludables.

 

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