Por: María Clara Choucair – CEO and founder Choucair Testing

Es normal en Latinoamérica, que se diga en medios, en la calle y en conversaciones personales que no hay “trabajos suficientes”. En Colombia, por ejemplo, la tasa de desempleo ha venido creciendo en los últimos meses hasta ubicarse en 10,8% en el informe de agosto. Más allá de las cifras, lo que existe es un mito alrededor de que los empleos se crean de manera espontánea, como si las empresas fueran ajenas ante fuerzas tan poderosas como la que representa la Cuarta Revolución Industrial y el Cambio Climático, solo para dar dos ejemplos.

Frente a la Cuarta Revolución, por un lado, solo el simple aspecto de la accesibilidad del precio y la facilidad con la que está ofreciendo el mercado herramientas para automatizar procesos operativos y productivos, de manera directa (y por no decir, “automática”) hace perder puestos de “trabajo tradicionales”. Por otro lado, los nuevos modelos de negocio junto con los cambios de hábitos de consumo (visión minimalista, consumo de carne y leche, exigencias por parte de la sociedad de diseño y producción de materiales y productos que se acoplen a una economía circular) así como el aumento de longevidad de las personas generan disrupciones radicales en los ecosistemas empresariales locales.

En ese sentido, cuando los países (gobierno, empresas y ciudadanos) no son los causantes de tales cambios, ni están conscientes o preparados y, deliberadamente, hacen un esfuerzo para evolucionar, se genera como consecuencia una disminución de la base empresarial local, afectando por ende el número de empleos disponibles en un país.

Y debo aclarar que estos dos aspectos son una pequeña muestra de la cantidad de opciones, conocimiento, herramientas, formas de trabajo que presenta este fenómeno, en donde convergen todas las disciplinas humanas que, estoy segura, generarán una profunda revolución en todos los aspectos de nuestras vidas y del mundo que nos rodea.

Mientras tanto, por otro lado, se presenta un fenómeno en las empresas locales y globales dedicadas a prestar servicios de tecnología o aquellas que la utilizan de manera intensiva para desplegar sus modelos de negocio, pues están ansiosas (se estima en Colombia una demanda de 90.000 personas en este sector en los próximos 2 años) por personas que tengan las capacidades y competencias para idear, implementar y acompañar estos retos, causando los siguientes efectos:

1. Hiperinflación en sueldos de personas en tecnología.
2. Aumento de costos.
3. Depredación entre empresas por el talento que previamente ha entrenado otras compañías, lo cual se convierte en una fuente de generación de pérdida de valor en las empresas por los retrasos obvios de la alta rotación de este talento, así como la inversión adicional y repetitiva para entrenar a nuevas personas que puedan completar esas plazas.
Estos efectos son comunes y reiterativos e impactan todo el sistema, generando un fuerte atraso en el aprovechamiento de la Cuarta Revolución por parte de las empresas o emprendimientos y causando grandes brechas entre países para mantener o no perder más trecho en cuanto a posicionamiento global.

Por esa razón observo con preocupación que cada día como sociedad estamos dejando a un lado temas tan importantes como la problemática laboral o la emergencia climática. Esa indiferencia nos hace perder competitividad ante los avances de otros países y el tipo de conocimiento, capacidad y competencias necesarias para aprovechar y aportar al mundo a través de la analítica de datos, inteligencia artificial, IoT, conocimiento disruptivo en diversas ramas como producción de materiales, medicina, biología, procesos productivos, procesos educativos, entre otros, que no se aprenden, ni adoptan de un día para otro.

No se trata de una posición política, de que no se “quieran crear empleos” o de si alguien es “bueno” o “malo, o de si es “rico” o “pobre”. La Cuarta Revolución nos presenta la oportunidad histórica de cambiar la forma cómo nos administramos y vemos en lo público, cómo transamos, cómo vivimos, cómo hacemos empresa, a qué nos dedicamos para aplicar nuestras capacidades, cuánto nos pagarán por ello, cómo nos comportamos como ciudadanos y cómo logramos un mejor entendimiento, cuidado, utilización y respeto del mundo natural (del cual, de hecho, depende la sobrevivencia de la humanidad).

Y entendiendo que el tema del desempleo y, contradictoriamente, como vimos en otras industrias, la falta de personal calificado es uno de los tantos desafíos que tenemos por resolver de manera urgente, la falta de soluciones frente a esto (que probablemente serán disruptivas) generan un inconformismo y confusión que a veces se expresa de manera violenta.

En este sentido me pregunto: ¿Por qué como líderes de nuestro propio destino o de empresas (emprendimientos) o de familia, o de lo “publico” no articulamos una conversación consistente y permanente para atender, por ejemplo, este problema, donde se considere el hecho de que no radica en la “cantidad de empleos” disponibles sino en la capacidad de la sociedad de aprovecharlos en esta nueva era?

¿Por qué la falta de urgencia? ¿Será que no somos conscientes del poder que tenemos como ciudadanos para resolver el tema creando conversaciones alrededor de la solución e impulsando cambios pequeños o grandes? Esto nos daría el poder para sentir que somos parte del destino de la sociedad y que contribuimos a la solución de problemas. La solidaridad del ciudadano es vital para la sobrevivencia a largo plazo de las sociedades libres, es decir, “tu problema, es mi problema y de manera activa ayudo a resolverlo”, si no me temo que serán los gobiernos autocráticos o dictaduras democráticas (contradictorio), quienes ocupen este vacío.

Hoy represento lo que siento y pienso sobre lo que está pasando en el siguiente símil: Estamos enfocados en discutir por una “hormiga” (temas que no son causa raíz) y no nos hemos dado cuenta de que se nos está viniendo una avalancha gigante de rocas encima. Y en esto deriva el desafío del presente.

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