Emprender es un viaje, y en el caso de Juan Felipe Jaimes y Nayibe Chacón, ha sido una travesía llena de aprendizajes cada día. Hace más de 10 años sentado junto a su padre en el parque de Andes, un municipio del suroeste antioqueño, Juan Felipe descubrió en un café sin endulzar, lo que sería un periplo que aún no termina. A Juan Felipe, le pareció impensable que en una región de tradición cafetera, en un país productor de café, esta bebida no tuviera la calidad y el sabor que debería tener.

Sin embargo, antes de llegar a este punto, Juan Felipe y Nayibe ya venían con el “bichito emprendedor” como dicen ellos. Nayibe, ingeniera electricista y especialista en derecho de profesión, tenía un buen empleo en la multilatina ISA, pero nunca había olvidado aquel heroíco concurso de emprendimiento en sus años de colegio, en el que llegó a ser finalista.

Por su parte, Juan Felipe, ingeniero agropecuario y especialista en gestión estratégica de mercados de profesión, asesoraba emprendedores en áreas administrativas y planes de negocio, pero nunca había emprendido un negocio propio. Entre ires y venires y saboreando historias ajenas, Juan Felipe se enamoró del ser emprendedor y decidió lanzarse al agua. Fue allí donde comenzó la escuela que les ha construido el camino hasta donde están hoy.

Nayibe y Juan Felipe ya habían cruzado sus caminos y, al parecer, estaban destinados a ser socios de vida y socios de negocio. No obstante, decidieron apostarle a crear empresa también con otros siete amigos. Para ellos este primer emprendimiento, una empresa de asesoría y consultoría para el sector agropecuario, les dejó una lección para la vida y para los negocios muy importante: la amistad va por un lado y los acuerdos de socios por otro; se deben acordar reglas claras desde el comienzo, acordar tiempos de trabajo. Obviamente, no funcionó porque todos seguían trabajando en empresas diferentes y ninguno se dedicó a la empresa realmente.

En este punto, ya Juan Felipe y Nayibe habían decidido crear una marca de café especial, a partir de la experiencia “amarga” del café sin endulzar en el parque de Andes. El error fue crearla bajo esta empresa que se hundió con solo siete meses. Esta marca también naufragó junto con la amistad de sus socios y por su puesto se perdió al lado del primer esfuerzo emprendedor.

El segundo emprendimiento arrancó con lecciones aprendidas, sobre todo frente a la conformación de sociedades, pero todavía muy lejos de completar lo que necesitaban aprender sobre tener un negocio exitoso. En este punto nace Lavaive. El nombre viene de un eco indígena que señalaba donde encontrar un tesoro escondido en las montañas del suroeste: “Lava el lecho del río y ve el oro”. Con ese nombre genial, procedente de tradiciones autóctonas, procedieron a registrarlo y sumaron dos socios más al proyecto, quienes, según Juan Felipe, sumarían en networking y conocimiento. Unos meses después los otros dos socios abandonarían el proyecto, con menos traumatismo gracias a un acuerdo de sociedad más transparente.

Juan Felipe explicó a Emprendiendo.tv, que la razón de no poder degustar un café de calidad en una región y en un país cafetero se debe a un asunto normativo. Antes de 1989 en Colombia el café era subsidiado, por lo cual era de excelente calidad y llegaba a buen precio a los consumidores del mercado interno. Después de ese año, la ley de pasillas provoca que todo el café premium del país se exporte, buscando mayor rentabilidad para los productores, pero sobre todo, dice Juan Felipe, con miedo de que los clientes colombianos no pagarían por un buen café.

Con la clara necesidad de producir y comercializar un café de calidad, para el mercado colombiano, Lavaive empezó su camino de crecimiento, no sin antes dejar unas cuantas lecciones más a sus fundadores. La primera de ellas surge del registro de marca y el empaque. Dicen Nayibe y Juan Felipe que a la hora de emprender no se debe buscar la perfección, sino hacer, prototipar, ir encontrando la forma, pero mientras se hace. El resultado fue que el primer empaque lo diseñaron ellos mismos, y lo usaron por cuatro años.

El siguiente paso, y quizá una de las lecciones más importantes que le ha dejado Lavaive a sus creadores, fue aprender a escuchar el mercado. Ellos dicen que los emprendedores tenemos ese problema de querer hacer las cosas como nos las imaginamos y no como realmente las exige el mercado. Pero los golpes fueron moldeando esa lección. Lavaive salió al mercado con un plan de negocios “hermoso”, en palabras de Nayibe y Juan Felipe, “hermoso e inútil” dicen entre risas.

Su lista de prospectos no funcionó y en el primer mes la empresa vendió solo 10 medias libras. Una cifra risible para la tonelada y media que vende actualmente. Ambos decidieron que uno de los dos debía dedicarse 100% al negocio como una lección aprendida de su primer empresa. Juan Felipe dio el paso adelante “para no quemar todos los barcos”. Esto terminó por meterle más presión, sobre todo cuando se enfrentaban a las dificultades propias del día de un negocio.

El giro a esta trama la dio su llegada a Dulces de Jardín, una pastelería muy tradicional de Andes. Allí hicieron un acuerdo con doña Mariela, su propietaria, e instalaron un stand. En este espacio, por primera vez y luego de muchas vueltas, por fin estuvieron cara a cara con un volumen de clientes dispuestos a la compra. La actividad la siguieron repitiendo cada fin de semana durante varios años. Pero, además de ver crecer su base de clientes, aprendieron un aspecto que ha sido la clave para el crecimiento de nuevas línea de negocio, a tal punto que hoy, nueve años después, la venta de café representa solo el 35% de sus ventas totales. En ese momento entendieron que antes de vender café ellos debían entregar valor, y el elemento clave era crear cultura alrededor del café. En ese momento Nayibe decidió renunciar a su trabajo y ambos se dedican 100% a su empresa.

De allí en adelante se dedicaron a construir el camino que ha llevado a Lavaive a posicionarse como un referente del mercado de cafés especiales y actualmente a estar enfocado en ser un referente en educación cafetera para Latinoamérica. Crearon catas de café en centros culturales, empresas, y básicamente “donde los invitaran” querían llegar con un poderoso mensaje de que se puede disfrutar de un café de calidad, a un buen precio. En escencia, que hay un mercado en Colombia que está por desarrollar. Nayibe y Juan Felipe indican que el consumo en Colombia de café antes de la ley de pasillas era de 3 kilos por persona/año, cuando decayó la calidad bajó hasta 1.3 kilos por persona/año, y actualmente, gracias al posicionamiento de los cafés especiales en la última década, ha llegado a 2 kilos por persona/año y tiene una tendencia creciente. A nivel global el mercado de cafés especiales está valorado en USD 200.000 millones.

A la fecha han impactado cerca de 15 mil personas a través de charlas, conferencias y catas en centros culturales, teatros, empresas y hasta en reuniones familiares. Además han ido consolidando su componente educativo con formaciones especializadas que van desde tres horas para los coffe lover, hasta de 32 horas para quienes quieren ser catadores de café profesionales. Desde entonces el crecimiento en ventas ha sido exponencial y el componente de innovación ha llegado a través de nuevas líneas de negocio y desarrollo de nuevos productos que surgen de interactuar con ese mercado cada vez más educado y exigente.

Así surgió en 2015 la Typica, su método propio de preparación. La clave en esta innovación era hacer una prensa de café con el ángulo y el sistema de filtrado correcto, a un precio más asequible de las que se importaban, y que empezaron a subir de precio por el alza de la TRM. Para desarrollarla acudieron a un proveedor local. Visitaron varios artesanos en el Carmen de Viboral, un municipio del oriente antioqueño que es referente turístico por su desarrollo de la cerámica. Luego de un año y medio de trabajar en sus detalles a través de prueba y error para encontrar el punto exacto del sabor del café. En ese mismo año crearon unas tazas doble fondo, las cuales conservan el calor del café sin quemar las manos.

Todo este proceso los ha llevado a ganar varios reconocimientos y les ha dado la confianza para consolidar su siguiente visión: ser un referente de educación en barismo y catación de café para Latinoamérica. Para lograrlo, en 2018 crearon su última línea de negocio Café Society, una plataforma educativa on line dedicada a ese propósito. Tanto fue el giro en este sentido que hoy las ventas de la empresa están repartidas en 40% componente educativo, 35% en clientes recurrentes y nuevos del café y un 25% en otros productos.

En su visión a corto plazo Lavaive creará nuevos proyectos como el de derivados financieros para caficultores, que busca bajar costos de producción para ir mejorando el tema de precios y lograr un mercado más competitivo; escalar su modelo a otros países productores de América Latina; y, por supuesto, potenciar su línea educativa con el objetivo de ampliarla a otros idiomas.

A manera de mensaje para los emprendedores, Nayibe y Juan Felipe no creen en la reinvención, de la que tanto se habla hoy en día, creen más en la adaptación, en fluir de acuerdo a lo que el mercado vaya pidiendo, y en la invención (no la reinvención) cuando se trata de innovar. “El cliente ideal va cambiando cada día y es trabajo de nosotros como emprendedores reconocer sus necesidades”, afirma Nayibe, y Juan Felipe la complementa manifestando que cuando se emprende no se debe pensar en dinero, se debe pensar en disfrutar y hacer algo que nos apasiona, “cuando logramos conectar con eso el dinero llega”, expresa Juan Felipe.

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