El periodista, psicólogo y escritor Daniel Goleman es ampliamente conocido en el mundo, gracias a sus valiosísimos aportes a los campos social y organizacional. El famoso concepto de inteligencia emocional, tan de moda actualmente, es una forma de racionalizar las situaciones y tomarlas de forma asertiva y proactiva, dominando uno mismo las emociones y no dejando que sean estas las que lo dominen a uno. Puede sonar sencillo, pero no lo es. La inteligencia emocional requiere autoconocimiento, autocontrol, serenidad, paciencia y una gran resiliencia. Y la inteligencia emocional no solamente es importante para cualquier persona que desee vivir bien y saludable.
Es importantísima para poder ejercer liderazgo, pues solamente quienes pueden dar ejemplo, pueden liderar efectivamente. Es entonces necesario que los líderes se conozcan muy bien a sí mismos, sepan controlarse, ser serenos, tener una paciencia grandísima y una alta resiliencia ante las frustraciones, decepciones y adversidades, pues deben mostrarse seguros y optimistas, y serlo realmente, para poder guiar a sus organizaciones hacia el éxito. Pero además de los anteriores, hay un factor de la inteligencia emocional que se destaca sobre cualquier otro a la hora de diagnosticar, cultivar y pulir las competencias blandas de alguien que vaya a tener el encargo de liderar a un grupo de personas: la empatía.
Sin empatía no existe la comprensión de las circunstancias de los demás y se tiende a presionarlos y a utilizarlos como si fueran máquinas, lo que crea conflictos en el clima laboral y, claro, un desprestigio en la marca de la empresa como empleadora. Por eso, de acuerdo con Daniel Goleman, un líder no debe ser tal si no logra tener una empatía de 360 grados y saber cómo sus decisiones y acciones afectan a cada stakeholder de la organización. Es una altísima exigencia, pero si se quiere ser líder de equipos de alto desempeño, se debe también ser un líder de alto desempeño. Y ello no se aprende en un taller de un fin de semana, por lo que Goleman insiste en que se trate de procesos largos y repetitivos para hacer de la inteligencia emocional no una moda de momento, sino un hábito y una cualidad humana.